lunes, 3 de marzo de 2014

3.3.14 - Berlín, y nuestras bodas de cuero

Hoy cumplo 3 años de relación amor-odio con Berlín. Mi querida y odiada. Lo primero más que lo segundo, y a veces también, viceversa (humilde homenaje).

Tres años! Que se dicen rápido, pronto, con la boca pequeña, o a lo mejor a voz en grito. Yo lo digo con orgullo. Cuando llegué, quise irme casi de inmediato. Berlín me pareció un lugar frío y descorazonador, gris, bloques de cemento uno tras otro. No entendí la belleza que Berlín tiene si la lees entre líneas, su magia, su historia tras cada piedra, ese no se qué que nadie entiende hasta que lo ve con sus propios ojos. Berlín se vive, no se explica. Pero eso lo aprendí después de unos pocos meses.

En estos tres años he aprendido, he crecido, he madurado (creo y espero), me he deshecho de prejuicios y malos hábitos. He aprendido a quererme a mí misma y a aceptarme, y también he conocido mucha gente que merece ser querida lo mismo que yo. A valorar lo diferente, a mirar desde otras perspectivas, a ser agradecida por lo que tengo (aquí y allí, ya sea material o no). Que las distancias están en nuestra mente y no tienen porqué condicionar nuestra vida más de lo que nosotros les queramos dejar.

He aprendido que hay españoles muy honrados, y alemanes impuntuales. Que el amor y la amistad no entienden de edades, sexos, razas o naciones. He conocido la belleza de la interculturalidad. Entiendo mejor que ninguno de los extremos son positivos, al final. Me he acostumbrado a cosas que nunca creí posible aceptar. He enseñado a mi tolerancia a ampliar sus límites. Ahora aprecio la amabilidad de un extraño de un modo que nunca había agradecido antes.

He conocido gente maravillosa, lugares increíbles, ciudades de cuento, he vivido blancas navidades y primaveras glaciales, veranos indios y otoños dorados. He ahí el encanto de Berlín. He vivido millones de vidas en una sola ciudad.



Soy feliz!